Si algo refleja el nuevo mundo
que ha dejado la pandemia es un incremento de las desigualdades ya existentes.
Las personas en situación de pobreza en el mundo han aumentado. La desigualdad define
la época que vivimos, un mundo de fuertes contrastes entre la abundancia y la
precariedad, la salud y la enfermedad, el despilfarro de alimentos y el hambre.
La extrema desigualdad se
materializa en el hecho de que, miles de millones de personas están viviendo
una situación límite. Antes, carecían de suficientes recursos para vivir.
Hoy,
con la crisis provocada por la COVID 19, se han complicado todavía más sus
probabilidades de sobrevivir sumiéndolas en un círculo vicioso de pobreza que
puede perpetuarse durante décadas.
Las cifras esconden rostros de
seres humanos, de personas a las que no miramos, en las que no pensamos, a las
que olvidamos. Estas personas cada vez cuentan menos, ignoradas por sociedades
que siguen con su vida sin volver la vista a las que quedaron atrás. Este mundo
desigual nos interpela, es necesario tomar conciencia de esta dolorosa
realidad, para sumar esfuerzos de transformación. No podemos seguir tolerando
las enormes inequidades que existen entre nosotros, que algunos arrastran en
una degradante miseria, sin posibilidades reales de superación, imbuidos en el
círculo vicioso de la pobreza y la marginación, como si hubieran nacido con
menos derechos. Es necesario que nos impliquemos para cambiar esta situación.